
A veces, la herida más profunda no es la ausencia…
Es haber tenido un padre presente en cuerpo, pero ausente en alma.
O uno que estaba, pero dolía.
Muchos hombres que hoy son padres no tuvieron modelos sanos de paternidad. Algunos crecieron sin una figura paterna, otros con figuras duras, frías o inestables. Y cuando les toca criar, se enfrentan a un miedo silencioso:
¿Cómo ser algo que nunca vi? ¿Cómo no repetir lo que tanto me dolió?
La buena noticia es que ser padre no es una repetición automática.
No estás condenado a ser lo que viviste.
Ser padre también es una elección diaria.
Y esa elección comienza cuando dejas de mirar hacia atrás con rabia y comienzas a mirar con comprensión. No para justificar, sino para liberar. Para decir: “Lo que me faltó, hoy me lo doy… y desde ahí, se lo entrego a mis hijos.”
Ser mejor padre sin haber tenido uno no significa tener todas las respuestas.
Significa atreverte a sanar, a aprender, a pedir ayuda.
Significa no usar tu historia como excusa, sino como impulso.
Cada vez que eliges quedarte cuando quieres huir…
Cada vez que reconoces una emoción en lugar de callarla…
Cada vez que pides perdón y reparas…
Estás construyendo un nuevo legado. Uno que no se hereda desde el dolor, sino desde la consciencia.

¿Quieres seguir caminando hacia esa versión de ti que tus hijos merecen?
En Niños de Concreto te acompaño a explorar tu infancia, comprender tu carácter y transformar la historia que creíste que estabas destinado a repetir. Es un libro para quien quiere criar desde el amor, incluso si nunca lo recibió del todo.
Aquí puedes conseguirlo: